domingo, 26 de abril de 2020

La imaginación © Julia Rubiera

Me permití cerrar los ojos 
y dejar que la imaginación 
me rescatara del laberinto 
que hacía amago de devorarme 
 Y ella me diera amparo
Imaginación, sanadora, bruja o hada 
dama o fauno 
Con propiedades 
de iluminar rincones de la mente 
donde las sombras se derraman 
De consolar corazones solitarios 
De tejer en el alma, crisálidas 
Una hermosa ave 
pasa volando bajo 
hasta una rama 
Hechizando el bosque con su mágico canto
de tiempos pasados 
Cubriendo con él la tierra fértil 
La flor de los manzanos 
Al mar encrespado 
A angostos senderos de acantilados 
A panteones sin lenguaje de señas
postergados 
Canto a salvo 
de trepadores y parásitos 
de indignas plumas afiladas 
de zoquetes críticos de arte 
Del instinto animal del hombre 
con obsesión de atraparlo 
Como si me hubiera despertado de un hechizo 
Me quedé mirando el pequeño reloj de cuco 
que rubricaba la hora de la oscuridad
y el naufragio 
La noche había caído 
y la luz de las farolas 
con las calles fantasmales de la ciudad
jugaba 
La imaginación había regresado 
a su sugestivo escenario
Dejando mi ser redimido y liviano
sin ritmos de dolor intrincados