Me permití cerrar los ojos
y dejar que la imaginación
me rescatara del laberinto
que hacía amago de devorarme
Y ella me diera amparo
Imaginación, sanadora, bruja o hada
dama o fauno
Con propiedades
de iluminar rincones de la mente
donde las sombras se derraman
De consolar corazones solitarios
De tejer en el alma, crisálidas
Una hermosa ave
pasa volando bajo
hasta una rama
Hechizando el bosque con su mágico canto
de tiempos pasados
Cubriendo con él la tierra fértil
La flor de los manzanos
Al mar encrespado
A angostos senderos de acantilados
A panteones sin lenguaje de señas
postergados
Canto a salvo
de trepadores y parásitos
de indignas plumas afiladas
de zoquetes críticos de arte
Del instinto animal del hombre
con obsesión de atraparlo
Como si me hubiera despertado de un hechizo
Me quedé mirando el pequeño reloj de cuco
que rubricaba la hora de la oscuridad
y el naufragio
La noche había caído
y la luz de las farolas
con las calles fantasmales de la ciudad
jugaba
La imaginación había regresado
a su sugestivo escenario
Dejando mi ser redimido y liviano
sin ritmos de dolor intrincados