miércoles, 27 de mayo de 2020

La loba asceta © Julia Rubiera

La loba asceta
Se había caído
Se había levantado
Con su lengua
se había curado los arañazos 
Ya no pedía, ni intentaba
Ya no pretendía, ni esperaba 
Ahora no aguarda 
a que nadie le diga lo que debe hacer
Ni responde a los dictados de nadie 
Su mirada solo centrada 
En el vuelo del águila, suelta, liberada
En el florecer de las amapolas silvestres 
del ojo de faisán de verano 
de la manzanilla de los campos 
En el crepitar de las llamas 
que misterio exhala 
La loba solitaria 
no llora la muerte
Llora por la perdida del yo 
Por la vida que amor no contiene 
Por los relojes de pared 
que por las prisas 
de darles cuerda se olvidaron 
Por acordes y versos
que nunca la luz vieron 
por la valentía no estar, ni ser 
La noche estaba tranquila
Solo el universo y ella 
Su esencia poco a poco
a las raíces de la tierra 
conectándose