El tintineo del reloj me recordó
que era la hora habitual de tomar mi café
de aspirar el humo del cigarro
entre mis labios
Salí a la terraza, y de pronto deparé en ella
La vieja luna, sola, sin amilanarse
al tedio de la noche enfrentada
desencajada, desgarrada
Sentí que me faltaba el aire
que la pena me turbaba
al saber que no me era permitido
fuertemente abrazarla
Al menos
hasta que aquel denso silencio, cansancio y drama
como los recuerdos, se desvanecieran en el aura
Hasta que el mundo dejara de estar inanimado
La parca tras las pupilas, agazapada
Paseo la mirada por la bóveda celeste
y otorgo a mi alma, que cual estrella errante
sin posición, ni lugar fijo
vagara en busca del sosiego
de las fontanas