A veces le urgía imaginar por un instante
que el Amor envuelto en magia etérea
hacía nido en su pecho como un verso
que se adhería a su piel como un poema
que se posaba en sus labios como un beso
Que la rescataba del escupitajo de la envidia
de la maldad grosera
del aturdimiento del tiempo
de las sombras grotescas de la ignorancia
de la vulgaridad de las malas yerbas
Porque al fin y al cabo la vida se resume en eso
en bucear en la imaginación
para que los embozos no venzan
en la abulia no zozobren los sueños