El perrin contempla a la hada
como si siguiera la luz de la luna con la mirada
Ambos sin saberlo, tienen la esperanza
que el Amor los libere de ser esclavos
del rumor sordo de las llamas
La hada sonríe al perrin
y sin alterarse le acaricia con ternura
Ella quiere saber más de él
Y él le cuenta en tres actos su drama
La hada le escucha, muy triste, sin decir nada
mentalizando cada detalle
De repente aparece la magia
convirtiendo al segundero del reloj
en su guía revolucionario
Haciendo con su suave perfume
frenar la verborrea de la fogata
La hada abraza al perrin contra su pecho
y marcha con él
al lugar donde se cumplen los sueños
Lugar que ningún ingeniero cartógrafo confeccionó
Lugar que no existe en los diecisiete mapas
La magia abre puertas a las que ni siquiera hemos llamado
Julia Rubiera